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Depresión, demencia y luto sin final: los traumas que arrastran los descendientes de las víctimas de Franco

Imagen de Guillem Matas Lladó, fusilado el 10 de mayo de 1937 en el Fortí d'Illetes, durante una protesta contra la supresión de la Ley balear de memoria democrática

Esther Ballesteros

Mallorca —
28 de marzo de 2025 13:16 h

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La represión política, la tortura o las desapariciones que padecieron las víctimas del franquismo en Balears no solo marcaron a sus familiares más cercanos, sino que el impacto y las consecuencias que provocaron han alcanzado a generaciones posteriores y aún hoy las secuelas de aquel horror se manifiestan, principalmente, en forma de depresión, demencia y trastornos psicoafectivos. Es una de las principales conclusiones de un informe inédito en las islas que ha arrojado luz acerca de los traumas que cargan a sus espaldas los descendientes de los asesinados, desaparecidos y represaliados, cuyas vidas quedaron marcadas por la brutalidad de los sublevados. Apartir de 1939, el sufrimiento se extendió como una sombra sobre hijos y nietos, dejando una profunda herida en la memoria colectiva.

“Hay muchas secuelas físicas y emocionales”. Lo expuso en la tarde de este jueves la psicóloga clínica Anna Miñarro, autora del estudio Evolución del trauma entre generaciones desde 1936, un trabajo que el Govern balear, a través de la Conselleria de Memoria Democrática, encabezada por Juan Pedro Yllanes, le encomendó durante la pasada legislatura y que ha desarrollado acompañando a las víctimas y sus familiares en los procesos de exhumación llevados a cabo en el último Plan de fosas del Ejecutivo autonómico.

En el marco de la asamblea abierta celebrada por Memòria de Mallorca en el Ateneu Popular Sa Fonera de Palma, Miñarro explicó que la impunidad de la que gozan los “victimarios” -en alusión a los verdugos y sus herederos- ha provocado la revictimización de “todas aquellas personas que ya habían sufrido” así como la retraumatización de todas ellas, dado que esa impunidad “activa automáticamente los fenómenos de angustia vinculada a los terrores más primarios, aquellos que teníamos cuando éramos pequeños”. Y a su juicio, mientras la sociedad, en un espacio de “supuesta democracia, tolere los discursos de exaltación del genocidio, la retraumatización y la revictimización no acabarán”. 

Memòria de Mallorca calcula que más de 2.000 víctimas fueron asesinadas por el fascismo en Balears y más de 10.000 fueron encerradas en prisión durante el periodo de la Guerra Civil y la dictadura franquista, mientras que otras muchas sufrieron desapariciones forzadas, recibieron condenas y sentencias a muerte manifiestamente injustas y fueron ejecutadas extrajudicialmente.

Prácticas que no acabaron en 1939

“Son prácticas que no acabaron en 1939, ni durante el franquismo, ni en el postfranquismo ni durante la supuesta transición, sino que, después de más 40 años de democracia formal, continúan igual: hay gente en prisión por cantar una canción”. Y no desaparecerán, arguye, “solo por que desaparezcan sus protagonistas o por el silencio instalado en la sociedad, sino porque aquellos que piensan que ostentan el poder y lo pasan de unos a otros no están sanos. Tienen que ser valientes y ser capaces de decir: 'Esta es mi culpa y la quiero reparar'”. En esta línea, la autora del informe subraya que la conclusión principal del mismo es que “mientras haya fosas cerradas, las heridas seguirán abiertas”: “Por mucho que nos digan que hay que mirar hacia otro lado, son elementos que no se borran nunca, porque el olvido no existe”. 

La especialista sostiene que “están esperando a que mueran las primeras y segundas generaciones”: “La estrategia de los asesinos es esperar que nos muramos todos de manera natural y que otros se hundan en el olvido. Pero no pasará”, recalca tajante, dado que los familiares tienen “la voluntad de transmitir” esta lucha a las siguientes generaciones. La psicóloga habla, en concreto, de cuatro generaciones: la primera, es decir, la que no ha podido hablar; la segunda, que ha visto que había un problema pero no se ha atrevido a preguntar; la tercera, la que ha visto “un gran fantasma” pero no sabía qué sucedía, y la cuarta, la actual. 

Respecto a los síntomas que presentan todos ellos, Miñarro señala que, mientras hay personas que no han encontrado a sus familiares, hay otras que por fin han recuperado sus restos y, en contra de lo que pudiera parecer -que el descubrimiento les hubiera permitido sentirse “contentas”, ha constatado con numerosos entrevistados que es a partir de ese momento cuando comienzan a hacer el duelo, que hasta ese momento “había sido negado, ignorado y congelado”. Es entonces cuando, abunda la especialista, comienzan a aflorar las dificicultades físicas y psíquicas y cuando la tristeza y la melancolía se hacen más patentes que nunca. Unos sentimientos que, por otro lado, también hacen mella en quienes aún no han hallado a sus antepasados.

Mujeres abandonadas que quedaron solas

Miñarro señala, asimismo, que a partir 1939, descendió notablemente el nivel de nacimientos dado que había un “elevadísimo” nivel de mujeres abandonadas y maltratadas que se quedaron solas. Asimismo, hace hincapié en un hecho no tan conocido: hubo una desaparición altisima de hombres a raíz de numerosos suicidios no reconocidos como tales y que las autoridades atribuían a supuestos ataques de corazón. Asimismo, muchos de los descendientes han desarrollado demencias, como Alzheimer, mientras que las mujeres presentan depresión “desde el primer momento”. La mayoria de ellas, lamenta, cuando van al médico salen “sobremedicadas”. 

Otro elemento que, añade, provoca la tristeza fue la separación de hermanos desde el momento en que los padres desaparecieron, lo que ha provocado en ellos y en sus descendientes dificultades en su construccion como sujetos, enfermedades severas y trastornos psicoafectivos, agravados por una falta de atención mental y médica. Respecto a la tercera y la cuarta generación de descendientes, la psicóloga asevera que los secretos guardados en las familias y en el vecindario han impactado, sobre todo, en los más pequeños.

La investigadora lamenta que, con el Govern actual, en manos del PP con el apoyo externo de Vox, se ha producido un “freno importante” en las políticas de memoria que ha provocado que todas aquellas familias a las que en un momento determinado se les había explicado que tenían derechos y servicios jurídicos y de acompañamiento a su alcance hayan dejado de recibirlos.

“Los victimarios deben hacer autocrítica”

Respecto al reconocimiento de las víctimas, incide en que éste no puede producirse en las circunstancias actuales. “Para eso es necesario que los victimarios y matones hagan autocrítica y la manifiesten públicamente, sin mentiras, en actos abiertos a todo el mundo”. “Hasta ahora se ha hecho un gran esfuerzo para conocer el nombre y el lugar en el que pueden encontrarse los desaparecidos. Pero también es indispensable que nos centremos en los asesinos. Muchas familias saben perfectamente quiénes son los delatores e incluso quiénes son los asesinos, pero no pueden hablar. Hay que encontrar la manera de que sus nombres salgan a la luz y que absolutamente todas las víctimas sean dignificadas”, recalca.

En este punto, apela a que no solo se conozcan “los casos heroicos y épicos”, como los de Aurora Picornell y las Rojas del Molinar, sino “reconocer y dignificar a cada mujer violada, abandonada y expropiada” mediante reconocimientos institucionales y públicos.

Miñarro es consciente, en este contexto, de los escollos y de que “los privilegios adquiridos en 1939 aún están presentes”. “Cada vez que encontramos situaciones [de ensalzamiento del franquismo] por parte de estudiantes en los institutos es como poner sal en las heridas abiertas. Hay que reconocer a los ciudadanos como sujetos, no como objetos. Hasta ahora se ha hecho un gran esfuerzo por poner nombre a las víctimas y reconocer el lugar donde fueron asesinadas, pero también es indispensable que nos centremos en los asesinos y que los llamemos por su nombre”, sentencia.

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