El pueblo cercano a Madrid que ha sido elegido como uno de los más bonitos del país

No hace falta viajar lejos de España para encontrarse con un lugar de película. En nuestra tierra se alza Trujillo, una joya extremeña declarada uno de los pueblos más bonitos de nuestro país, que ha cautivado tanto a visitantes como a productores de series de éxito mundial.
Su alcazaba medieval, que corona la villa desde lo alto, ha sido escenario de Juego de Tronos y La casa del dragón, pero su encanto va mucho más allá de la ficción.
Con su aire noble, su historia marcada por conquistadores como Francisco Pizarro y una arquitectura que mezcla lo militar, lo religioso y lo señorial, Trujillo es uno de esos destinos que saben combinar turismo cultural, buen comer y un ritmo pausado que invita a perderse.
Qué ver: de torres con vistas a castillos legendarios
El recorrido comienza, inevitablemente, en su Plaza Mayor, una de las más sorprendentes del país por su amplitud y armonía.
Presidida por una estatua ecuestre de Pizarro y flanqueada por la iglesia de San Martín de Tours, desde allí se puede caminar hacia el templo de Santa María la Mayor, que guarda una curiosidad: su pila bautismal está en la entrada principal, desplazada, según la leyenda, por el mismísimo Diego García de Paredes para que su madre enferma pudiera santiguarse.
Subir a sus torres es imprescindible. Desde ellas se tiene una panorámica privilegiada del caserío y la alcazaba, una fortaleza construida entre los siglos IX y XII, que ha conservado sus murallas, torres y una pequeña capilla dedicada a la Virgen de la Victoria.
Un paseo entre palacios y casas colgadas de historia
Trujillo es, además, una ciudad de palacios. El de los Marqueses de la Conquista, los Orellana-Pizarro, San Carlos o Chaves el Viejo son solo algunos ejemplos.
Sus fachadas en piedra tallada, con escudos nobiliarios y balcones en esquina, hablan de un pasado esplendoroso que sigue muy vivo en cada rincón del centro histórico.
El puente de acceso a la villa, el convento de Santa Clara, la Casa Museo de Pizarro o el Museo de la Coriacompletan un mapa cultural denso pero perfectamente caminable.
Comer y dormir como un noble
Para los que busquen una experiencia completa, dormir en alguno de los edificios históricos reconvertidos en hotel es casi obligatorio. El Parador de Trujillo, ubicado en el antiguo convento de Santa Clara, o el Eurostars Palacio de Santa Marta, en plena plaza, ofrecen una estancia con encanto y mucha historia.
Y para reponer fuerzas, Trujillo también se saborea. Desde unas migas extremeñas en el Mesón El Hueso, hasta propuestas más refinadas como La Alberca o Corral del Rey, pasando por el aperitivo clásico en La Troya, uno de los mesones más populares del pueblo.
Fiestas, procesiones y una feria muy quesera
Aunque cualquier momento es bueno para visitar Trujillo, su Semana Santa tiene una fuerza especial: procesiones nocturnas, vírgenes vestidas por diseñadoras como Carolina Herrera y una atmósfera solemne enmarcada por la piedra milenaria.
Y si lo que se busca es ambiente popular, el Chiviri, fiesta que se celebra el Domingo de Resurrección, convierte la plaza en una gran verbena folclórica donde los vecinos bailan, cantan y celebran su identidad.
Y no hay que olvidar que a finales de abril, la Feria Nacional del Queso convierte a Trujillo en capital gastronómica durante varios días.
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