La ciencia estadounidense toma las calles para protestar contra Trump
Miles de personas se manifiestan en la capital contra los recortes de Elon Musk y contra el riesgo de que estos afecten al liderazgo mundial en investigación de Estados Unidos


Un grito “en defensa de la ciencia” se extendió este viernes por decenas de ciudades estadounidenses en otras tantas manifestaciones contra las políticas de Donald Trump. Miles de personas salieron a las calles para oponerse a los recortes y los despidos masivos de funcionarios llevados a cabo por Elon Musk y su Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) en numerosas agencias federales; a las consecuencias de los ataques a las políticas inclusivas en investigación y sanidad; o al nombramiento al frente del Departamento de Salud de Robert F. Kennedy Jr., reconocido escéptico con las vacunas, mientras un brote de sarampión se ha cobrado en Texas su primera (y segunda) víctima mortal en una década. Contra el riesgo, en definitiva, de que la agenda conservadora del nuevo presidente afecte al liderazgo científico de Estados Unidos, el combate contra el cambio climático y el éxito en la prevención de la próxima pandemia.
El evento principal se celebró en Washington, a los pies del monumento a Lincoln, en uno de esos días soleados de principios de marzo que invitan a pensar en la posibilidad de la primavera. Los asistentes portaban pancartas ingeniosas, como una que se dirigía a los votantes de Trump que se decidieron por el republicano por motivos económicos (”Queríais huevos baratos y conseguisteis sarampión”) u otras que pedían el despido de Musk o denunciaban que “MAHA mata” ―en referencia a la variación del eslogan trumpista que pide que Estados Unidos sea saludable de nuevo—, y coreaban himnos protesta como la canción tradicional antiesclavista We Shall Not Be Moved, cuya letra adaptaron para la ocasión.
Tras el estrado, se fue turnando un ilustre grupo de oradores, que incluyó personalidades como el médico y autor superventas Atul Gawande, el famoso divulgador científico Bill Nye, estudiantes postdoctorales o supervivientes de cáncer infantil, como Emily Whitehead, una joven estudiante de 20 años de Fotografía e Inglés en la Universidad de Pensilvania, que fue diagnosticada a los seis de leucemia linfoblástica aguda. “De no haber podido participar en un ensayo clínico, de los que ahora están amenazados, no estaría viva, ni llevaría 13 años libre del cáncer”, dijo Whitehead a los presentes.

También hubo una nutrida de representación de políticos demócratas, de los congresistas Bill Foster y Jamie Raskin al senador Chris Van Hollen (Maryland), que afirmó que “los ataques a la ciencia nada tienen que ver con la eficiencia gubernamental” y sumó a la defensa común de la integridad del Instituto Nacional de Salud (NIH) la reivindicación del trabajo de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), la última agencia en sumarse a la lista de víctimas de Musk, sobre la que planea el cierre de sus tres edificios federales. “¿A quién se le ocurre?”, se preguntó Van Holen. “La NOAA son nuestros ojos y oídos cuando se trata de prevenir los eventos meteorológicos extremos. Están poniendo en riesgo la capacidad para refugiarnos y protegernos de las catástrofes naturales”.
A esos políticos se dirigió Nye al principio de su aplaudida intervención. Les pidió que “hicieran algo” para “defender la Constitución”. “Su artículo primero dice que una de las obligaciones del Congreso es promover el progreso de la ciencia y las artes útiles”, que es una “expresión del siglo XVII”, puntualizó Nye, “que hoy equivaldría a la ingeniería. “La ciencia es lo que ha hecho grande a nuestro país, un líder mundial en innovación. Si Estados Unidos quiere mandar en el mundo, la ciencia no puede ser suprimida”, dijo.
Un juego peligroso
Gawande ―autor, entre otros, de un exitoso libro sobre cómo enfrentarse a la muerte― urgió, por su parte, sobre la necesidad de “denunciar el juego peligroso al que [Trump y los suyos] están jugando”. “Distorsionan y ridiculizan el trabajo de miles de científicos, diciendo, por ejemplo, que a investigación de hormonas y transgénicos en ratones se lleva a cabo para hacer que esos ratones sean transgénero, o riéndose los programas de circuncisión masculina en Mozambique, cuando está probado que reducen la transmisión del sida en un 60% y han salvado a miles de personas”, recordó.
Casi todas las medidas que empujaron a los manifestantes a tomar las calles este viernes, muchos de los cuales eran científicos, médicos o personal de enfermería, así como pacientes, están paradas en los tribunales, porque su legalidad está en entredicho. Sea cual sea su futuro judicial, el mensaje no deja lugar a dudas: el apoyo federal a la ciencia en tiempos de Trump 2.0 no se puede dar ya por descontado.
La organización del evento del viernes surge de esa certeza y se debe a Colette Delawalla, una estudiante de doctorado de la Universidad de Emory, en Atlanta, que a principios de febrero, y ante la avalancha de decretos contra la ciencia de Trump, fue a la red social Bluesky, alternativa a la red X de Elon Musk, en busca de información sobre lugares en los que mostrar su oposición a las políticas del nuevo Gobierno. Al no encontrar nada, escribió: “JODER, ESTOY PLANEANDO UNA PROTESTA DE DEFENSA CIENTÍFICA EN DC [Washington]”.
El resultado de aquellos planes recoge en cierto sentido el testigo de La Marcha en favor de la Ciencia, celebrada al principio del primer mandato de Trump, el 22 de abril de 2017, en la capital estadounidense y en más de 600 ciudades de todo el mundo.
Hasta la llegada del republicano al poder, el apoyo a la ciencia se había considerado de interés bipartidista durante décadas. La imagen de los científicos entre ciertos sectores conservadores se deterioró en Estados Unidos durante la pandemia, y a medida que se recrudecían los debates sobre los confinamientos, el origen del virus, las vacunas o los cierres de los colegios. Como consecuencia de eso, la investigación se convirtió en este país en otro frente de la guerra cultural. Los críticos con las políticas en materia de ciencia de la Administración Trump a la ciencia denuncian que estas tienen una motivación ideológica.
Un portavoz de la Casa Blanca difundió este viernes un comunicado que decía que los manifestantes deberían estar “encantados” de que la iniciativa de Trump de desviar “miles de millones de dólares de gasto” de proyectos orientados a la diversidad liberará más dinero para “investigación científica legítima”.
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